Palabra y Pensamientos del Pastor: 24 de Janero

El Toque del Señor

Cuando Jesús bajó del monte, grandes multitudes lo seguían. Y se acercó un leproso y se postró ante Él, diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Extendiendo Jesús la mano, lo tocó, diciendo: «Quiero; sé limpio». Y al instante quedó limpio de su lepra.  (Mateo 8:1-3)

Este Domingo pasado, platiqué con mis “ayudantes del sermón” en el principio del sermón, como usual, para presentar una idea comunicada de las lecturas del día.  Pregunté si alguien de ellos era bravo.  Todos respondieron en la afirmativa.  Seleccionando al más joven, le di una tela doblada.  ¡Al abrirlo, al instante él la reconoció ser un pañal sucio! (yo había Puesto una generosa cantidad de mantequilla de maní crujiente en el interior)

Cuando pregunté si él estaría dispuesto a tocar el pañal, él y todos respondieron firmemente en el negativo.  Cuando pregunté si estaría dispuesto a cambiar el pañal de su hermanito (que estaba en necesidad y sufrimiento), y limpiarlo de su desagradable condición, las respuestas quedaron el mismo por todos.  En este caso, su hermanito convirtió “intocable”.

Cuando pregunté quien ayuda el hermanito en esta condición todos señalaron a sus padres . . . y el padre inmediatamente señaló a mamá.  (¡el niño sufriendo se había convertido “intocable” aun a su papá!)

Cuando le pregunté a mamá por qué tocaría a un bebé tan sucio y apestoso, ella respondió: "Porque lo amo y necesita que lo lave limpio".

Jesús es como la mamá.  Nos ama mucho.  Reconoce que somos sucios con pecado.  El hedor de nuestra inmundicia ha alcanzado lo más alto del cielo.  ¡Somos “intocables”! Pero Cristo no se lleva la mano a la nariz para bloquear el hedor, sino que extiende su mano para tocarnos, incluso en medio de nuestra inmundicia.  Él ve nuestra necesidad de ser lavados de nuestra suciedad y sanados de nuestra enfermedad.  A pesar de que Él podría (y LO HARÍA) contaminarse por nuestra suciedad e infectarse con nuestra enfermedad. … a pesar de que él sabía que le causaría morir... Extendió la mano y nos tocó.  Él nos toca… toca a los “intocables”.

Él nos toca por Su amor y cuidado por nosotros.  Él nos toca con Su Palabra.  Él nos toca y nos lava con las aguas del bautismo.  Él nos toca y nos alimenta con Su propio cuerpo y sangre en Su Santa Cena para el perdón de nuestros pecados.  Él nos toca a través de las manos de aquellos que Él ha dado para amarnos con Su amor.

El leproso dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme»

y Jesús respondió: «Quiero; sé limpio».

¡Jesús QUIERE tocarte!

Porque Jesús te quiere.

 

Señor Jesús,

Gracias por ver nuestra necesidad para tu toque amoroso que nos limpia, sana, perdona, y salva. Guárdanos fiel en tus manos de amor para siempre.   Amén.